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O cheiriño a café pola mañá

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Este verano han ocurrido muchas cosas. Sucedieron tres festivales y medio, proyectos que quitan horas de dormir, luces bajo las que besarse sin parar y cenas de vino y terraza. Pero sin duda, el verano de 2017 pasará a la historia por ser el verano en el que nos dimos cuenta de lo revolucionario que es no preocuparse por el maquillaje corrido por las mañanas ni por las camas revueltas ni por los escombros en el salón. Porque de esta manera podrás quitarte los encorsetamientos y las cadenas y descalzarte sin miedo a mancharte los pies con arena de San Vicente o con el polvo de casas en obras que se convertirán en tu hogar. Descubrirás lo  maravilloso que es estar dispuesta a ser vulnerable y a clavarte las piedras de los caminos que discurrirás sin la protección de tus sandalias. Caminarás por pasarelas de madera que te llevarán a parajes desconocidos y dormirás con los pies sucios tras un largo día de vivir y de soñar.  Yo no sé qué te deparará esa pasarela de madera pero si e

Cuando M. defiende la alegría

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Tengo una amiga que es luz. Pero no como esas luces que aparecen en las ciudades un triste lunes de noviembre, con ese gris tan de asfalto y coches amontonados. No, ella es otro tipo de luz. Es la luz de las tardes de primavera en una terraza de MadriZ. Es la luz del luscofusco que deja el sol sobre el atlántico en las interminables noches de San Juan. Es el anaranjado de los amaneceres que te sorprenden una mañana de domingo (o una noche de sábado) saboreando los besos de algún amante fugaz en los portales de la Gran Vía. M. es esa luz que cuando la ves algo se te remueve en las entrañas y una sonrisa se te escapa por la comisura de la mirada. Se rumorea que este hecho ha llegado a los oídos de los jipsters que copan las calles de Malasaña y que andan en su busca y captura para usarla como antídoto contra la rutina de los días de bigote y de modernismo desmesurado. A mí me han preguntado si la he visto por algún sitio, pero he tenido que mentir y decir que no. ¡Me niego a

La constancia

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Un buen día M. me dijo una cosa tan bonita que me dio un arrebato de locura y tuve que irme a su vera verita vera. Allí encontré cosas extraordinarias: Girona, furgonetas con libertad, pueblos con diecisiete habitantes y lo mucho que me gusta aprender nuevas lenguas. A su vera también ocurrieron los lugares comunes (y no comunes), las conversaciones non-stop, el “ Jo competeixo ” y los besos y caricias que quedarán en el recuerdo de las estrellas de Beget y de dos sacos de dormir. Sin embargo, lo que realmente encontré en una carretera perdida del prepirineo gironés fue que mi constancia, las numerosas horas de terapia con mis dos A., los besos robados, los días de sonrisas cuando no apetecía y estos años de pensar en mí habían dado el resultado esperado: ya no esperaba nada de nadie, sólo esperaba algo de mí. Y así, mientras cantábamos a voz en grito como si nadie nos escuchara aquello de “quién iba a decir que sin carbón no hay Reyes Magos”, me sentí plena y segura al

La ternura

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El color de una mirada La sonrisa cómplice El leve roce de las sábanas compartidas La risa suave El frío de mis pies bajo sus piernas Los años pasados con sus recuerdos acumulados El agua de la ducha escapándose por el desagüe Los abrazos de media tarde Los momentos de plenitud compartidos La dulcura de una voz sonriendo piropos Y nuestra intimidad cubierta de ternura 

Barcelona

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Lo bueno de algunas tristezas es encontrar conversaciones eternas de esas que se te quedan incrustadas en la piel y van contigo Carrer des Mirallers arriba, Pla de Palau abajo. Se trata de esas conversaciones y de esas miradas que cuando ocurren lo único que puedes sentir es que no las olvidarás.  Y te quedas con ganas de más. De mucho más. Y ruegas porque el ave Madrid-Barcelona se haga más corto y puedas volver a disfrutar al día siguiente de esas conversaciones tan difíciles de encontrar que duran tres horas, dos cervezas y cinco paseos y versan sobre todos los recovecos de la vida. Pero sólo te queda cantar, recordar y tomarte un vino, o dos, mientras disfrutas del poso de estos pequeños grandes momentos. "Seria fantàstic que res no fos urgent. No passar mai de llarg i servir per quelcom. Anar per la vida sense compliments anomenant les coses pel seu nom. Cobrar en espècies i sentir-se ben tractat i pixar-se de riure i fer volar coloms. Seria tot un detall, tot un

Recordándote

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Mis días son una sucesión de emociones que florecen cuando me reconozco en su piel, cuando me enfado con todos porque B. se fue, cuando me encuentro con P. y con A. en la tardenoche más extraña desde aquélla de noviembre de dos mil catorce o cuando recibo esos mensajes de L. que me hacen recordar a partes iguales nuestras noches, nuestros días y los días que vendrán.  Pero al final del día, lo importante es seguir. Seguir viviendo. Seguir conquistando cada minuto. Seguir haciendo de éste un sitio mejor. Seguir aprendiendo. Seguir amando. Y sobre todo, seguir recordándote.