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Mostrando entradas de mayo, 2008

Sabina escribió esto para mí

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¡Y punto en boca! Yo no tenía ganas de reir, tú reías para no llorar; yo le guiñaba un ojo a mi nariz, tú consolabas a tu soledad. Yo sin ninguna escoba que vender, tú con mil y una noches que olvidar; a mí no me quería una mujer, a ti se te moría una ciudad. Tú habías perdido el último autobús, a mí me habían hechado de otro bar; los mismos alfileres de vudú, el mismo cuento que termina mal. Pero quiso el cielo bautizar el suelo con su gota a gota y con champú de arena para tu melena de muñeca rota y tu mirada azul me dijo a cara o cruz y mi alma de tahur lo puso a doble o nada. Y los peces de colores de mis botas y tus marchitos zapatitos de tacón locos por naufragar salieron a bailar al ritmo de la lluvia sobre las capotas el rocanrol de los idiotas. Yo no venía de ningún país, tú ibas camino de cualquier lugar; conmigo no contaba el porvenir, de ti no se acordaba el verbo “amar”. Yo no jugaba para no perder, tú hacias trampas para no ganar; yo no rezaba para no creer, tú no besabas

Cambiante

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Hay días en los que soy como una veleta. Me miro al espejo y pienso en escapar. Volar lejos. Y la ciudad me oprime. Y entonces pienso en salir a ver el mar, empaparme de salitre. Pero no puedo. Estoy anclada en una lucha interna por seguir vida. Intento mantenerme en pie, inexpugnable. Nadie me derribará. Me quiero creer que no pasa nada. Que nada me afecta. Pero miento. Porque soy una cobarde. Porque en el fondo, allá lejos, escondido bajo montañas y montañas de felicidad, está mi nube negra particular. Le llaman soledad. Y a mí me llaman veleta.

El sol se olvidó de ti

Las horas son hoy un rin de boxeo donde lucho con tu recuerdo a vida o muerte. Quiere ahogarme mientras tú te escondes en esa hermosa tristeza tuya que tanto me gusta. Porque hoy, el día ha traido el sol consigo, de la mano, para enserñárnoslo y asegurarnos que sigue aquí, que no nos ha abandonado. Pero el muy tonto se olvidó de ti. Debió de dejarte en mis sueños, jugando con la otra yo, la que soy cuando me canso de mí misma. Aquella que te dijo una noche: "Juégatela conmigo". El día se olvidó de ti. Esta se la guardo.

¿A dónde han ido tus palabras?

Anoche intentamos averiguar a dónde se van las palabras que nunca se dicen. Pensamos que igual el cielo está lleno de ellas, de esas palabras sordas o mudas o ciegas. Como sean. Las conversaciones que mantenemos en nuestra cabeza, en las que somos sabios y valientes y sabemos exactamente qué decir. "No te vayas tan pronto esta noche. Quédate un poco más. Déjame acercarme a ti, despacio. Quítate esa coraza de hierro forjado que exibes y déjate tocar. Sabes que quiero empaparme de tu vida, de tu olor. No te vayas tan pronto esta noche". Las palabras que una vez pensaste que dirías y se quedaron agarrotadas en la boca de tu estómago. Qué pasa con los besos que nunca se dieron ni se darán. Con esos que soñamos de camino a la rutina. ¿A dónde van? Esto lo intentamos averiguar entre cervezas, licores café y cremas de orujo. Y el resultado quedará entre los tres. Porque hay tardes en las que todo empieza por un paseo y cuatro cervezas y acabas comiéndote el mundo con un concierto en

Mi pequeño rincón casero

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Me siento en la mesa de mi cocina intentando encontrar lo perdido. No hace sol. O más bien diré que en la mayor parte del día no ha hecho sol. Voy por el segundo café en media hora. ¡Y luego me pregunto por qué no duermo!. Algo me pasa. He ido al médico y me ha dicho que estoy bien. Pero yo no me siento así. Tendremos que esperar. Mientras sorbo el café me acompaña la radio. Mi inseparable amiga. Supongo que cuando me sienta sola, si algún día logro salir de aquí, me la pondré, escucharé la voz de Luis del Val con su "aleluya para hoy" y me imaginaré en el baño con mi madre, arreglándonos las dos con prisa, riéndonos a carcajada limpia. Encuentro la página de captura.org. Me invade ese ansia que siempre me ataca al ver una fotografía. Ese ansia por capturar todo loque me rodea, cámara en mano. Ver el mundo a través de un objetivo. Es algo que no se puede explicar. Es una pasión. Otra más. Otra más, como la de escribir. Como la de actuar. Como la de enseñar. Algún día tendré q

Parte trigésimo primera: el enfado

No quiero que tengas la potestad de mi bienestar. Me niego a que seas tú el que diga cuándo debo estar feliz y cuando no. Ahora mismo te odio. Y mucho. He dejado un resquicio abierto y te has colado. Eres un oportunista sentimental. Después de tanto tiempo con mi coraza de hojalata... y vas tú y consigues romperla. ($%&"!$·""ª"%%&/%*^¨^Ç$%·) Estoy enfadada

Desasosiego

Inquieta, me levanto de la silla y voy al salón. Solo se escucha de fondo el ruido de los coches que corren por la avenida. ¿Qué he venido a hacer aquí? Doy media vuelta, pero no vuelvo sobre mis pasos. Alcanzo la cocina sin saber la razón. No sé dónde poner las manos ni los dedos ni la vista ni la cabeza. Algo me inquieta. La cocina sigue tal y como estaba cinco minutos atrás. Y por hacer algo abro la alacena y cojo un vaso de agua. El fregadero está al lado, pero tardo lo que me parece una eternidad en tener el agua en mi vaso. Este día ha perdido el sentido del tiempo y de la distancia. Me parece que mis acciones son torpes, como si de repente todo mi cuerpo me pesara exageradamente. Dejo de beber porque, en realidad, no tengo sed. Y voy entonces a la terraza. ¿Por qué? Quizá las flores me digan qué está ocurriendo en esta ciudad. En el camino que lleva al exterior me paro a observar los vinilos que viven en mi sala de estar. Me quedo quieta, con las manos en la cara, y simplemente

Anoche

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1. Anoche verifiqué que hay que vestirse para una misma, no para otros 2. Que el amor a veces duele. Sin que quieras. 3. Que por mucho que pises a un hombre, seguirá siendo ese hombre. 4. Que hay gente que no sabe beber 5. Me di cuenta de que aún es posible concocer gente diferente en este mundo 6. Que hay quien todavía lee El guardián entre el centeno (y le gusta) 7. Que puedo subir once pisos en tacones 8. Que mola que te inviten a copas 9. Pero no bebérselas todas Y cuando desperté me di cuenta de que las mañana también pueden doler www.cazurro.com

Crime

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Llevaba todo el día en casa pensando en ti. Encendí la cadena. Le di a play. Y empezó a sonar la excitante voz de Najwa Nimri. Como si de un buen polvo se tratara. "Is this a crime when you touch my hand and I feel the sky?" Y la pierna empezó a moverse al son de la guitarra. Entoné la letra y moví las caderas. Decidí subir el volumen al máximo para así poder continuar bailando por toda la casa. Alcancé el salón en dos pasos de baile. "You get me, you take me, you break me oh What a sweet suicide" Y obviamente me subí al sofá. Abrí las persianas y las ventanas. Un suave viento del nordés acarició mis brazos. Y salté. Y pataleé. Y grité a los cuatro vientos desde mi terraza que no puedo dejar de pensar en ti. What a sweet suicide.

Por la calles de Lisboa canta Deluxe

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... Y caminaremos por las calles empedradas. Sin tocarnos. Pero sabiéndonos muy cerca ... Sí, está vez tengo que felicitarte por tus dotes para las artes de hacer el mal. Sé que tenías todo planeado los chuchillos afilados y un coche fuera esperándote. Lo has hecho muy bien tan tan bien Si querías hacerme daño si creías que iba a doler lo has hecho muy bien. Fue como si estuviera hechizado incapaz de ver el camino bajo mis pies. Vi tu sombra acercarse a mi espalda antes de sentir el frío del acero bajo mi piel. Lo has hecho muy bien tan tan bien Si querías hacerme daño si creías que iba a doler lo has hecho muy bien. Pero tendrás que hacerlo mejor.

Tarde de mayo soleadas

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Hyde Park siempre había sido unos de sus lugares favoritos. Sobre todo en los primeros días soleados del año, cuando los londinenses cogían sus bocadillos y sus cafés y se iban a tomar el poco sol que el clima de la isla les permitía. Cuando todavía era necesario esa chaqueta de punto sobre los hombros y quizá incluso una suave bufanda que la protegiera de las inclemencias nocturnas. Le gustaba acercarse al lago de las sillas a rayas, quitarse los zapatos y caminar por la hierba, escuchando entre los graznidos de las ocas el refrescante fru-fru de la hierba bajo sus dedos. Y él sabía todo eso. Así que decidió llevarla allí aquel maravilloso primer sábado de mayo. No es que fuera una cita, aunque él lo deseara con fervor. Trabajaban juntos desde hacía cinco años en una caótica oficina en la City. Allí la había conocido. Y no, no se había enamorado de ella la primera vez que la había visto. Todo eso había tardado un poco más. Había llegado más o menos dos años después cuando tuvieron que