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Mostrando entradas de noviembre, 2008

Felicidad x2

Sí sí, querido. Finalmente y gracias a su intervención salí este domingo de cuasidiciembre en el que el frío es ya caluroso por su intesidad, de cañas, refrigerios y demás vinos. Me vestí y corrí al metro con un bolso grande grande y muchas cosas en él incluyendo música, libros y felicidad. La banda sonora-leída de esta mi historia del domingo que salí de casa para ser aún más feliz la componen a partes iguales pero inmiscibles Bob y Luis Alberto. Dylan con su disco número uno y de Cuenca con su palabrería pop. Pues resulta, querido, que fue fabuloso. Paseé cantando a voz en grito con guantes y músculos entumecidos, viendo frutos luminosos en los árboles ahora ya no otoñales sino navideños (pues resulta que dicen por ahí los entendidos de esto, que usted sabe, entendidos hay de todo, que no son cuatro, sino cinco las estaciones que ocupan el año, a saber, otoño, navidad, invierno, primavera y verano). Fueron oteados en el horizonte de la plaza de San Bernardo, frutos azules y luminisce

¿Arte? ¿Qué es el arte?

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Pero el Arte... si no tuviera que morir, el Arte habría sido toda mi vida. Bueno, cuando digo el Arte, tengo que aclarar a qué me refiero: no estoy hablando sólo de las grandes obras de los maestros. Ni siquiera por Vermeer le tengo apego a la vida. Su obra es sublime pero está muerta. No, yo me refiero a la belleza del mundo, a lo que puede elevarnos en el movimiento de la vida. "El diario del movimiento del mundo" lo dedicaré pues al movimiento de la gente, de los cuerpo, o incluso, si de verdad no hay nada que decir, de las cosas, y a encontrar en ello algo lo bastante estético como para darle valor a mi vida. Gracia, belleza, armonía, intensidad (...) De la "Elegancia del erizo" de Muriel Barbery. Para Veva, por recomendarme tan buenas obras de arte.

De tendales

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(Audio: Un buen día. Los planetas)

Aún me duele escuchar

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Aún me duele un poco el corazón cuando escucho a Lori Meyers y a Deluxe. Y aún no soy capaz de escuchar Adiós Corazón. Sin Compasión me pone los pelos de punta. Pero en Madrid llueve otoño. Sí, sí. Las hojas de los árboles me rocían todas las mañanas cuando salgo con gafas de sol y gorro de lana a comerme la vida. Se generan ríos de hojas marrones, ocres y amarillas verdosas. La gente parece no inmutarse (en esta ciudad solo saben correr por los pasillos del metro). Yo creo que es lo más maravilloso del día. Me gustaría corretear por doquier arrastrando los pies, achicando el mar de hojas de las aceras como una niña pequeña. Evito pensarte. Y como necesito vitaminarme, todos los días a la una y media del mediodía me paro en el quicio de la puerta de mi habitación y veo como la luz del sol otoñal entra por los bajos de mi ventana, haciendo que mi cama tenga ese color tan especial, mientras escucho las notas del saxo que me trae ese señor tan agradable de la esquina de mi calle. Me pregu

Ahora ya ves

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Cambio de colores. Olga Román. Fotos y Luís Alberto de Cuenca. Todos ellos para decir que Madrid me sigue sonriendo. De Doña Olga Román. "He dejado de hablar con las paredes, de repetir tu nombre he dejado de perderme en los bares de buscarte en la noche de rendirme al amanecer he dejado de pensar si algun dia tal vez si tu quisieras, tal vez volveriamos a ser lo que fuimos, lo que un dia quisimos, lo que nunca tuvimos Y ahora ya ves, ya se como seguir adelante ya se como seguir aunque tu no estes, no ha sido facil, pero ya se Ahora ves aunque cada mañana me cueste aunque a veces me equivoque y te nombre fue sin querer, aprendere He dejado de burlarme del tiempo de reirme del amor he dejado a un lado mis hazañas ahora cuido las palabras lo que hago y lo siento he dejado de esperar eternamente tal vez lo ke ha pasado dera para mejor he dejado de llorar por las esquinas y ahora espero que la vida me traiga otro tiempo de amor." De Don Luís ALberto de Cuenca . DNA o ADN, poco i