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Mostrando entradas de junio, 2009

¡Qué poca vergüenza decir que me querías!

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Me pido el cielo y la vida. Me pido la música de Lichis y la de M. Ward. Elijo sus ojos cuando me miran intentando desnudarme. Y me pido Madrid, con todas sus calles, su ruido y su polución. Me pido la ironía y el aire puro de la risa de la niña andaluza. Me pido sonreir y olvidar tu desvergüenza. Foto: robada de www.captura.org

Descalcita por la arena

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Y cuando fui abandonada por los veraneantes de la casa, dispuestos a beberse Madrid, me paseé descalcita por la casa pensando en qué hacer. De repente sopló un aire fresco que se coló en la casa desde mi habitación hasta la cocina. Y claro, yo, norteña en un mundo de treinta-grados-centígrados, sentí aquel fresquito que me recorría los pies, los brazos y el cuello como un regalo que me hacía la ciudad por tanto calor acumulado. Cual perro labrador, seguí el rastro del aire hasta mi habitación y salí en medio de la noche al balcón, con los dedillos de los pies desnudos. Y, mmmm, soplaba el viento norteño y una estrella se mostraba tímida entre las luces urbanitas. Y entonces detuve el tiempo un instante para tomar una fotografía mental de aquel momento y así poder recordar el viento que se estaba llevando mi agonía. Y cuando me hube recompuesto de semejante placer, sonreí. Sonreí por lo bueno y por lo malo. Por Madrid y por este calor asfixiante. Porque aquí no hay playa ( ¿bueno y qué?

Nosotras, ¿quedarnos quietas? Anda...

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[Quinientos gramos de nicotina pegados en el pulmón. Cientos de litros de cafeína acelerando el motor. Qué hacer si no sé quedarme quieta sentadita en mi sillón. Mejor soñar, perder la cabeza]

Vete de mí

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- Hoy me arrimaría a cualquiera que me diera calor. - Yo te lo daré. - Ya no te creo más, nunca más. Te lo advierto, vete de mí.

Cuartos de siglos

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Cumplía un cuarto de siglo, pero sus ojos de niño chico no dejaban entrever ni un resquicio de la vejez que estaba alcanzando. Por el contrario, si te atrevías a adentrarte en su mirada, deteniéndote pacientemente en los recovecos que su alma creaba, podías encontrar esa vitalidad absurda e infantil que te enamoraba sin que pudieras siquiera evitarlo. Yo, obviamente, caí prendida de sus encantos innatos y nunca más pude despegarme su cariño de mi ser. Allá donde voy lo llevo conmigo y recuerdo su risa y su mirada. Cumplirá muchos más, muchos cuartos de siglo más. Y espero poder celebrarlo a su verita vera. Porque, señores míos, este chico me tiene loca y pienso volverlo loco a él durante muchos muchos años más. Felicidades señoritingo.