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Mostrando entradas de agosto, 2015

Caminante, no hay camino

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No sé muy bien cómo ocurrió. Sólo sé que lo hizo y un buen día todo empezó a ser diferente. No sé si fue aquel 30 de abril triste y descorazonador. O el día en el que me entrevisté para el trabajo que cambiaría mi vida. O cuando N. enfermó. O si fue cuando me diste el primer beso. O quizá fueron las risas de A. y la vitalidad de mi otro A. O igual  tuvieron que ver las canciones que C., muy sabiamente, me ponía en bucle esperando que no pudiera más que convertirme en  una rebelde incansable. Igual ocurrió aquel domingo en el que el experimento no me salió. O el día en el que decidí estudiar Biología. Quizá tuvo que ver aquella adolescencia tan emocionante. O que J. se me acercara aquel día en el pasillo de 3º de ESO a recordarme que ellos seguían allí. O quizá fueron las conversaciones con L., V. y B. O las asombrosas ganas de enseñar de P. Quizá nada de esto tuvo que ver. O quizá, casi con toda seguridad, todas y cada una de estas cosas han hecho que hoy haya sido el día que yo que

Y al fin ese día llegó

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Un buen día, casi sin quererlo, ocurre que son las once y media de un martes y escribes las últimas palabras de tu planificación: “…y así verificaré la comprensión”. Punto y final. Adiós muy buenas. La función se ha acabado. S’ha acabat. Rematou. Amaitu da. La-úl-ti-ma-pla-ni-fi-ca-ción. I can’t believe it. Y tú eres un cúmulo de sensaciones encontradas. Por un lado, suspiras, aliviado. Ya no más planificaciones. No más “¿cómo vas a transmitir mentalidades?” (uhm, plantear un trasplante de cerebro a los niños es demasiado, ¿no?). No más oraciones subordinadas, procedimientos matemáticos ni present continuous infernales. Ya no más deadlines de 48 h (en serio, ¿alguien lo ha cumplido más de dos veces?). No más discusiones existenciales a las dos de la mañana sobre si la práctica guiada debe o no debe ser dinámica. No más “dormir está sobrevalorado” (¡no lo está!) ni “¿quién está hoy de patio?”. En tu vida ya no habrá más comisiones que salen de debajo de las piedras ni impresoras que