De pequeño frente a un calendario pregunté: "En diciembre, el 31, ¿se acabará el mundo?" Todos se rieron, yo no sabía por qué. "Algo más”, oí, “nos queda un poco más". No me convenció y fui hasta el reloj de la pared. Si no le doy cuerda, entiendo, lograré parar el tiempo. Se lo comenté a mi hermano y, él mirándome, "¿para qué?" me dijo, "¿para qué?". Por primera vez sentía el miedo de verdad y aún entonces ya sabía que no me abandonaría. Y soñé con una multitud siguiéndome que me gritaba "El tiempo no se puede detener". Un buen día un carro se detuvo junto a mí, conducían camaleones de los que ponían canciones y con ellas decidí que iba a ser capaz de disponer de toda la eternidad. Y crecí tratando en vano de desentrañar todo lo que el miedo esconde y yo me hundía en el "Blonde On Blonde" haciendo que los días me duraran mucho más, mucho más, lo juro, mucho más. Y aunque el miedo se volviera a manifestar para entonces ya sabí...