Sabiamente el Otoño
Nuestros lugares comunes residen en las miradas inquietas de una tarde de otoño, en las cervezas en tardes de lluvia y bicicleta y en barrios del extrarradio madrileño. Incluso me atrevería a decir que podríamos encontrarnos en los cuerpos que antaño amamos o en la idea furiosa de un mundo que revolucionar o en un improvisado viaje en bicicleta hacia playas atlánticas. Nuestros lugares comunes pueden ser todos. O puede no ser ninguno. Pero, en realidad, eso es lo de menos. Porque el otoño, siempre tan sabio, ha conseguido recordarme lo mucho que me gusta pintarme el rabillo del ojo de negro carbón, para salir, felicidad en ristre, a disfrutar de cada paseo callejero, de cada letra que escribo, de cada canción que entono, de cada proyecto que emprendo, de cada sonrisa que arranco.