Aún me duele escuchar


Aún me duele un poco el corazón cuando escucho a Lori Meyers y a Deluxe. Y aún no soy capaz de escuchar Adiós Corazón. Sin Compasión me pone los pelos de punta.

Pero en Madrid llueve otoño. Sí, sí. Las hojas de los árboles me rocían todas las mañanas cuando salgo con gafas de sol y gorro de lana a comerme la vida. Se generan ríos de hojas marrones, ocres y amarillas verdosas. La gente parece no inmutarse (en esta ciudad solo saben correr por los pasillos del metro). Yo creo que es lo más maravilloso del día. Me gustaría corretear por doquier arrastrando los pies, achicando el mar de hojas de las aceras como una niña pequeña.

Evito pensarte. Y como necesito vitaminarme, todos los días a la una y media del mediodía me paro en el quicio de la puerta de mi habitación y veo como la luz del sol otoñal entra por los bajos de mi ventana, haciendo que mi cama tenga ese color tan especial, mientras escucho las notas del saxo que me trae ese señor tan agradable de la esquina de mi calle.

Me pregunto si alguien se ha parado alguna vez a observar como el sol se extingue sobre la fachada de algún edificio de Claudio Coello y se ha dicho "esto me vitamina".

Menos mal que aún me quedan García Montero y Agustín Fernández Mallo... Sé que ellos me comprenden.



"Con una lentitud
de luces y de vientos que nunca conocí,
han crecido los plátanos
y las casas antiguas de estas calles.
Detrás de sus balcones se vivieron
fiestas que no eran mías,guerras que no sufrí,
ambiciones que no me dominaron,
muertes que no he sentido.
Cruza la gente y habla
en un hermoso idioma que me cuesta
trabajo comprender.
Y sin embargo
esta ciudad es mía,
pertenece a mi vida como un puerto a sus barcos.
Sin duda es la memoria
de algunos novelistas y un poeta.
Y sin duda, también, es la importancia
de pasear contigo,
de tu mano en mi mano, de nuevo adolescente,
tu cabeza en mi hombro,
tu silencio en el mío."


Pasear contigo, Luís García Montero

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Los transgénicos