Miss Teína


"Sospecho que es del tipo de personas que se vitaminan
tan sólo con mirar desde la azotea"
Agustín Fernández Mallo
Nocilla Experience


Miss Teína tiene unos ojos que te quitan las penas con solo atisbarlos al fondo del pasillo. Es una mujer bella, tan tan bella que no entiendo por qué Vargas Llosa aún no le ha dedicado una novela. Empezaría así: "El año en el que conocí a Miss Teína, mi vida cambió". Quizá, si Mario no se anima, lo haga yo. "Miss Teína se paseaba por los pasillos de la casa de Tegucigalpa como si de una Reina Inca se tratara, vestida con aquel camisón de lino blanco que rozaba cuidadosamente sus caderas al son de las calurosas noches de verano. Con los primeros sonidos del amanecer, Miss Teína se despespereza tras el primer aviso del despertador y rauda y velozmente se mete en la ducha para dejar que el agua le arrebate las últimas imágenes de los sueño perdidos entre las sábanas. Se seca el pelo cuidadosamente, esa media melena color miel que encuadra, como si de un cuadro impresionista se tratara, su mirada tierna. A pesar de su nombre, Miss Teína bebe café por las mañanas, aunque en tan poca cantidad, que es un acto que se puede considerar despreciable. Sin embargo, es su rutina. Una rutina que acompaña con dos tostadas con mermelada y mantequilla, siempre sentada en una pequeña banqueta de paja que había en la esquina de la cocina de la casa de Tegucigalpa. Una rutina que alegraba las mañanas de todos los habitantes de aquella casa calurosa y desvencijada".

Los ojos de Miss Teína son grandes y del color del trigo en agosto. Cuando sonríe, tus penas se evaporan y el sol entra a raudales en tu alma para calentarte. Su boca sonríe de una manera tan locuaz que te dan ganas de arrancársela para poder llevártela siempre contigo, allá donde vayas, y transmutar, a tu antojo y discreción, los días grises en soleadas tardes de primavera. Su risa es de las de verdad, de ésas que cuesta encontrar en los vericuetos de la rutina y que surgen de un alma feliz. El día en el que conocí a Miss Teína, mi vida, definitivamente, empezó a brillar con una luz más clara y me convenció de que la vida podría ser maravillosa. Y yo me lo creí y empecé a vivir de acuerdo a las reglas que dictaban sus andares de Reina Inca.

Así que te lo advierto, si alguna vez te encuentras con ella, aférrate a su mirada y no la dejes marchar. No importa lo que ella te suplique. Porque su presencia, sus ojos y hasta su desordenada forma de comer, te harán exageradamente feliz.

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