Dos veces tres

"Yo te habré enseñado bares. 
pero tú me enseñaste a sonreir"


Ocurre que sucede que en ciertas ocasiones simplemente te vitaminas con sus ojos azules. Bueno, con sus ojos azules y con la alegría que recorre, electrificándolo, todo su cuerpo. Y recuerdas el porqué lo quieres. Así, sin condiciones. Porqué lo quieres a rabiar. Y cómo es que las aceras de esta ciudad saben a su mirada y tu historia no sería lo mismo sin vuestras noches y vuestros días. Vuestra Mahou y vuestra Estrella. Vuestras playas y vuestros bares. Sucede que ocurre que la vida no hubiera sido ni la mitad de divertida de no haberlo tenido a tu lado y Madriz no hubiera sido ni la mitad de lo madrileño de lo que es ahora.

También recuerdas que hace seis años que escribiste sobre sus ojos azules. Hace seis años. Seis. Dos veces tres. Y él, que es un pillo, ya ha dado esquinazo a la treintena. Es verdad, ha pasado tiempo, tanto, que no eres capaz de recordar todas las noches de vino y rosas en las que os habéis comido la vida a bocados. Pero sonríes, porque piensas en los próximos seis años que vendrán y sabes que os queda tanta vida por delante que lo único en lo que puedes pensar es en todos los condimentos que vais a usar para comérosla cucharada a cucharada.

¡Que se prepare el mundo! Que aquí hay un señoritingo de ojos azules y una gallega de rizos morenos que no piensan dejar de sonreir ni un minuto. Pase lo que pase.

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